1.7.06

...llorar...

llorar. ¡llorar!. llorar niña y plácida; abrir los ojos hasta derramar el alma que dormía dentro. ¡llorar al fin, y es como dormir, como hundirme en el agua turbia que amenazaba desde costas imberbes! llorar encantada, fascinada por los ríos de sal, extraños y los mismos; o nuevas palabras para el arcaico deseo de llorar. llorar de pie, pero sin mérito alguno.
llorar, y es andar a los tropezones por entre la ciudad de ángulos inconclusos. llorar sobre el pavimento gris, ningún abrazo, ninguna flor. llorar en las veredas sucias a las que les falla el acto sublime.
¡llorar, qué bien, quitar las tapas de cristal que obstruían los ojos! ¡llorar como enferma, como loca desquiciada! llorar con convulsiones y gemidos, con gritos y sin tiempo para suspiros. llorar y es sentir que puedo durar toda la noche hecha un bollito; hipando infantil entre mis besos de juguete.
llorar, milagro sin pastillas que me estaba haciendo falta. llorar distinto: ninguna gana de morir, ninguna carcajada demente; ninguna gana de otra cosa que no fuera ese librarse de la angustia que ya asfixiaba. llorar mientras vuelvo a ver a los Ángeles decir que no perdonarán la mancha, y aun sin verlos... llorar.
llorar duró muchas cuadras: de las luces a la oscuridad, de nuevo las luces y al final el silencio de los barrios nocturnos. llorar de miedo porque el dolor sin caricias iba a venir después. llorar fantásticamente: a raudales, a convulsiones; llorar animadamente y con ganas de hincarme en el piso y quedarme ahí varada sin pensar en el tiempo.
llorar... ¡ah! llorar... porque las palabras correctas dieron el pie para enterrar al fin las esperanzas que habían muerto.


(29/6/06)