10.8.06

Dos felices explicaciones

(...) En un amor de primer género, ustedes están allí perpetuamente en ese régimen de los encuentros entre partes extrínsecas. En lo que se llama <> tienen, en cambio, una composición de relación.
En el segundo género del conocimiento ustedes tienen una especie de composición de las relaciones, unas con otras. Ya no están en el régimen de las ideas inadecuadas –es decir el efecto de una parte sobre las mías, el efecto de una parte exterior o de un cuerpo exterior sobre el mío-. Ahí ustedes alcanzan un dominio más profundo, que es la composición de relaciones características de un cuerpo con las relaciones característica de otro y esa especie de flexibilidad o de ritmo que hace que cuando ustedes presentan su cuerpo –y entonces también su alma- lo hagan bajo la relación que se compone más directamente con la relación del otro. Ustedes sienten que es una extraña alegría. Éste es el segundo género del conocimiento. (...)

(...) Todos, aun el último de los miserables, ha hecho esta experiencia; aun el último de los cretinos ha pasado al lado de algo ante lo que dice <> Siempre se sale un poco del primer género del conocimiento; en términos spinozistas, se comprende aun sobre un punto minúsculo, se tiene o bien la intuición de algo esencial o bien la comprensión de una relación.
Se puede generalizar: muy poca gente es completamente idiota, siempre hay una cosa que comprenden. Por ejemplo, algunos tienen un sorprendente sentir de tal animal... o bien un sentir de la madera: <>. Pasamos el tiempo haciendo estas experiencias... se tiene la impresión de que aun el peor payaso, en un punto deja de ser payaso. Nadie está condenado al primer género del conocimiento, siempre hay una pequeña esperanza. Siempre hay un resplandor en alguien. (...)

de Gilles Deleuze, “En medio de Spinoza”.

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