28.8.06

(yo esperé)

Y como hace tantos días que no suena el teléfono, me cansé de simplemente deshojar las alas y decidí salir a ver.
Tuve que vendar mis pies y arroparlos, dibujarme un rostro, cambiar mi camisón por esos trajes negros y esconder las alas bajo una enorme peluca alambrada de invisibles. Todo porque no quería que la gente me mirara raro; ellos sabían que yo había llorado por la calle, y no querían que se acordaran más.
Así que abrí la puerta sin llave, y vi, y me acordé el porqué de los nombres de los colores. Salí de puntillas, suspiré, me senté en la acera a esperar a que alguien me besara.
Nadie lo hizo. Yo cerraba los ojos y me estremecía de nervios esperando el momento brujo. Yo cerraba los ojos y buscaba entre las miles de voces que rodaban alrededor. Yo cerraba los ojos y esperaba, pero nadie vino a mí.
En algún momento me ganó la impaciencia y salí por las calles a buscarme, buscar una voz que pudiese decir mi nombre. Encontré miles de rostros que no podía besar; las brujas por indignas y los niños por sagrados. Giré por los barrios y las plazas que anochecían, mas cuando el crepúsculo pesó demasiado en mis párpados, tuve que volver.
No lloré. No quería que nadie me viera llorando otra vez, aunque así pudieran notarme. Yo nada más quería que alguien me besara, pero descubrí que la ciudad había sido saqueada de corazones míos, y que ya nadie me recordaba por allí.
Me parece que algún otro día me olvidé que todos se habían ido y volví a salir, pero no me acuerdo. Igual, ya casi nunca cierro los ojos.


(26/8/06)

1 Comment:

Marilyna said...

es tan triste, buscar entre esas miles de voces, la que sabe tu nombre cuando no quiere pronunciarlo.