10.2.07

Calles

Hay algo muy sospechoso tras los aparentemente inocentes nombres de las calles. ¿Lo han notado? Probablemente no; nadie lo nota. Esos carteles de colores aburridos, la sucesiva repetición de los nombres –cuadra tras cuadra- y la somnolencia de los viajes en colectivo desvían nuestra atención: los naturalizan. Pero noten cuánto de absurdo, amenazante o misterioso tienen. ¿Quién pone los nombres a las calles? No hacen un concurso como cuando nace un animalito en el zoológico. La sucesión de las calles paralelas en la serie: Esmeralda, Diamante, Alianza, nos hace pensar en las rubias esposas de los mandatarios. Sin embargo, otras series lo desmienten categóricamente: Aristóteles, Platón. Sobre esto quiero hacer una aclaración. Un amigo me preguntó si ambas calles formaban una esquina. Considero muy juicioso el hecho de que no lo hagan (en la geometría peculiar de aquel barrio, las paralelas no se cortan e ningún punto), ya que quien habitara en la convergencia de Aristóteles y Platón no sólo se vería en un gran meollo filosófico, sino también en una gran responsabilidad, tal vez demasiado pesada para un simple habitante de barrio San Martín. Prosigo. ¿Por qué la calle Igualdad continúa con el nombre de Libertad? ¿Es acaso una proposición comunista? ¿debemos entender que el requerimiento para la libertad es la igualdad? Estos interrogantes se vuelven todavía más complicados si caminamos en sentido contrario. La respuesta la dejo a su criterio; no hablaré sobre ello hasta que la mañana brille de nuevo sobre nosotros. Otro tema innecesariamente confuso son las calles con nombre de ciudad. Calle: “Ciudad de Valparaíso”, por ejemplo. Da lugar a complicaciones ¿no lo creen así?. Algún ingenuo iniciante en el arte de la topología urbana podría leer (o escuchar) algo sobre la calle-ciudad de Valparaíso y planificar con gran ilusión unas vacaciones a Chile. Lo cual no tendría nada de malo, ahora que lo pienso. Sin embargo, la elección de las ciudades que son promocionadas por la ciudad debería ser más cuidadosa. No es cuestión de hacerle tanta propaganda a Chile cuando necesitamos un poco de turismo que reactive la economía. ¿Lo ven? Hay algo oscuro detrás. Además… ¿qué hay con las calles con nombre de sustantivos comunes? La Granja, Comercio (o “Del Comercio” donde no he visto todavía más que casas y jardines), Corno, Tambo Nuevo, Tinta, Ostia, Espora… ¡¿Espora?! ¿Hay alguna diferencia de alcurnia entre los ciudadanos que viven en esa calle (eespora’l cuarentaitré) y los que habitan en Sol de la Independencia? Hablando de Sol. ¿Por qué Sol de Mayo? ¿Acasó no llovió todo Mayo en 1810, o eso eran sólo los libros de historia? No sé, no me cierra. Algún significado se oculta detrás de estas frases sin sentido. Nángel me dijo alguna vez que las calles eran trampas que esperaban ser activadas. Nadie supo nunca cómo hacerlo, pero si por fortuita casualidad lleváramos a cabo la combinación correcta de movimientos y palabras, se activarían, y ya no habría vuelta atrás. Tal vez a nadie le aterrorice activar un Rosedal, pero quiero ver sus rostros cuando la tétrica imagen de Ciénaga del Coro aparezca ante sus ojos. Pueden creerme o no. Pueden seguir creyendo que la Calle luna dejó de llamarse Cinco por puro capricho. Pero háganme un favor: jamás, JAMÁS, se rasquen la cabeza mientras silban Claro de Luna si están paseando por la calle El Troll. Creo que no es mucho pedir. (…- 23/2)