29.1.08

Feliz Cumpleaños

Me dije: hoy o mañana o, como última opción, pasado mañana es el cumpleaños de Franco. Voy a escribirle un mail.
Empecé con las esperanzas frenéticas y ciegas de siempre. Escribí: "feliz cumpleaños".
Después, nada.
Quince minutos de nada hasta que desistí y comencé a pensar qué quería poner. Los cumpleaños son una mierda, siempre lo han sido para mí ¿Por qué seguía insistiendo en hacer una carta? "Porque es lindo que alguien se acuerde", me dije, y en pos de no poner esta reflexión amargada como único testimonio de que me había acordado (aunque no supiera bien cuál es el último día de enero), pensé que podría escribir algo gracioso, que al menos le sacara una sonrisa.
Más nada. Como si las palabras del mundo se me hubieran lavado con toda la lluvia. Sonrisa... Franco se ríe de cosas amargas, de cosas ridículas, de cosas... de cosas que no sé. No puedo manejarlo.
Al fin y al cabo, yo misma no puedo sacar una sonrisa para mí. ¿Cómo se supone que la obtenga para alguien más? Encima, esto me amarga más y ni siquiera está bueno.
La nada seguía ahí, mirándome como un perrito medio zonzo. Así que hice el paso que faltaba:
No le escribo ni mierda.
Nada, nada.
Ni esto.
Nada.

23.1.08

Esto no es un poema.

Y si la felicidad fuera volar.
Porque volar es
la sensación de estar en el aire
la posibilidad de movimiento infinita
lo sublime del acto puro.

Y si la felicidad fuera volar, yo entendería que la presiento en ciertas cosas más o menos mágicas.
Hamacarme me provee la sensación.
Nadar en el agua me regala el movimiento.
Sentir el piano roza lo sublime del acto.
Y por eso y por eso y por eso y por eso y por eso y por eso y por eso y por eso y por eso
Cuando voy en el colectivo escuchando música y el aire de la ventanilla abierta me pega en la cara
puedo sentir el perfume de la felicidad
casi está ahí
casi la alcanzo con la mano
pero no
E igual es maravilloso.

22.1.08

La imposibilidad de decir algo es...

.










absoluta.

9.1.08

Uno sobre las distancias

Con mi madre la distancia la tejieron una tarde de abril y algunas palabras duras.
Digo que estoy sola, que la distancia tiene forma de muchas cosas, que con mi madre fue esa vez en que me llamó traidora, infame, hija de puta, olvidando quizás que aludía a nadie sino a ella misma.
Con otros, la distancia fue una última carta de frases corrosivas Y ya nada más hubo. Nada sino la distancia.
Digo que una ciudad está repleta de personas, que hay muchas formas de estar solo, y que con algunos la distancia es la traición y con otros es el amor, pero que a veces las dos cosas son lo mismo.
Hay un chico del que me separa la insalvable distancia de un año y medio. Y un anciano par de ojos del que me separaba el mar y ahora lo hace la muerte.
Con Mariana, la distancia son diez mil kilómetros de pesada tierra. Los dioses la han puesto ahí, acaso sólo para molestarnos. Y digo que son capaces de sembrar otra distancia letal si osamos burlar la landa.
Pero ya no lloro por ellos. Ni por mi madre ni por los chicos de antaño, el único que no mintió cuando dijo te Amo, el único que no mintió cuando dijo sos hermosa. Ni siquiera lloro por los amigos que se alejan caminando y no dan media vuelta para ver si los quiero alcanzar. Solamente digo.

Hay un chico que duerme en el corazón de Córdoba, y que nunca sueña conmigo. Nunca en su vida ha cerrado los ojos por mí, y acaso nunca lo haga. No cambiará el mundo ni recordará mi perfume el minuto antes de su muerte. Digo que todas las noches lloro por él, cuando la única distancia –la cobardía- dibuja nuevos colores para la soledad de siempre.

(09/01/08)