15.6.08

El Final de la Respiración


. Bueno, publiqué el librito.
. Si creyera en dedicatorias, lo habría dedicado a una persona que ya no existe, por varias razones. Escribiéndo sobre él y, principalmente, a él aprendí a escribir. Acaso las cartas que solía hacerle, impublicables, niñas, melodramáticas, sean mi mejor obra. Él fue, además, el único que alguna vez entendió la relación directa entre los poemas y mi vida; combinando inteligencia e intimidad logró "comprender" qué es lo que yo trataba de decir. O por lo menos fue el que más lejos llegó.
. Cuando él se fue de mi vida, empecé a respirar mal. Algo tendrá que ver, entonces, con todo esto.
. Pero pensándolo bien, tiene mucho que ver. El libro, mediante los poemas, relata una historia. Mi historia. Y si bien el principio es apócrifo, pues en el verdadero principio nunca me faltó aire ninguno, los demás sucesos son reales: la asfixia, la desesperación, el apocalipsis, y finalmente el renacimiento sin euforia, el que lamenta todavía todas las ciudades que le mató la guerra. Y él, este muerto tan querido, es quien prestó su nombre para llamar de algún modo al caos.
. Si creyera en dedicatorias, la de este libro correspondería a él. Tendría que haberle inventado otro nombre para evitar confusiones, tendría que haber dado -sin duda- todas estas explicaciones, y acaso algunas más.
. Pero no creo en dedicatorias. El libro es mi palabra. Es, de algún modo, un recorte de mí. Y dedicarme a un muerto sería no sólo mentiroso sino también hipócrita: mi cuerpo, mi vida, siguen creciendo hacia la luz, y otros son los motores del movimiento. Necesitaba, sin embargo, hacer las aclaraciones correspondientes.

. Y quisiera disculparme además, para quienes vayan a leerlo o ya lo hayan hecho, por alguna desprolijidad en los textos y en la lógica de su ubicación. Las excusas son varias, pero es inútil enumerarlas: nadie va a cambiar lo que está impreso.
. No miren estas improlijidades con benevolencia; aun más: ubiquen los errores (que recién ahora puedo ver como grandes marcas rojas que pinchan los ojos) y ódienlos y sáquenles la lengua y márquenlos con gruesos fibrones. La mediocridad no merece la impunidad de la que goza usualmente. Condenémosla.

. Hechas todas estas aclaraciones, me despido. No estoy de humor para presentar los aspectos formales de este librito. Besos.

6.6.08

La fatiga del ser que ama al mundo

Hoy me levanté y, como todos los días, me dispuse a amar las cosas. Los seres de agua nos volcamos fácilmente sobre los muebles, los ilustres desconocidos, los sustantivos abstractos. Y ellos nos rechazan, en general, con la simplicidad de quien ha nacido para ser mirado.