20.8.09

¿Tau murga? (Catharsis desaristoteliada)

De toda la alegría hecha upa hecha carne hecha mortaja hecha bandera
echarla por la ventana de lo que no puedo sería, otra vez, la inexistencia.
Arrojarme al no que mastica los placeres. Gritarle a mí que no. En la cara, gritarle.
De todas las veces en que el universo se te cae encima en forma de tormenta, porque la garganta sale a volar y las demás cosas del mundo entienden y te abrazan con fuerza. De toda la aritmética incomprensible que suma vos más vos y te da resultados siempre distintos, que a veces son mágicos y a veces estridentes. pero igual guau. igual sí.
La vida me echa de la vida
Me dice chau
No hay espacio para vos en el observatorio místico de los pobres
.pero tiene mis marcas en la cara, Dios, tiene mi nombre entre sus registros !.
Pero chau te vas, de la vida te vas, de la alegría que se construye con barro hacia arriba con forma de torre o de mar erguido. Te vas porque no sabés que las inquietudes grandes no son para piezas de barrio, llevate la revolución que estorba. chau.

y así, de toda la alegría pintada a mano sobre los ojos de los muertos más queridos, de toda la alegría rojísima porque mímesis de la sangre que corre, de todos y cada uno de los gritos que me erosionaron el cuerpo hasta volverlo humano, demomorfo, forma de pueblo y un poco también forma de Momo. De todx eso quedó nomás el miedo a que sea cierto, mi felicidad más honda arrancada para chau y porque chau, desterrada a cantarle en el oído a ella. A la única descendiente directa del claro linaje de la soberbia: la soledad.

Abrazame, despedida. Abrazame, miedo. Tenemos confianza de años como para que pueda llorar tranquila en la tranquilidad tibia de tu hombro. De toda la alegría diáfana, matriz única de las luchas destinadas al triunfo, me quedo sólo con el nombre. Ahí se queda mí, viéndome cómo la abandono aunque las promesas.

17.8.09

Sobre los distintos aspectos formales de un beso

¿Cuánto vale un beso?

Bueno, eso depende.

Incluso si nos restringimos a besos unidireccionales es decir yo con mis labios te doy un beso a vos. Así. Ahá. Incluso así depende mucho de todo.

Depende, por ejemplo, notablemente, de si es noche o es de día.
Que no es lo mismo a decir si hay luz o no hay luz. Claramente no. La oscuridad no está hecha de noche, puede estar hecha de cualquier material sintético de ésos que por todos lados encontramos.

También depende de la duración, la presión, de si hace ruido o no, cuánto y de qué color. Porque si hace como una gotita no es igual a si hace como una explosión. O si hace un ruido como de dinosaurio. Bueno, eso sería un poco raro.

Obviamente, depende también de si es un beso de rito, o sea de hola o feliz cumpleaños, si es de gracias por haberme regalado una taza, de bueno tranquilizate o de qué.

Depende de si está solito o son muchos, o si está sentado al lado de un suspiro. O si lo pinta una palabra. O una lágrima. Una lágrima de qué.

Bueno, otro factor a todas luces determinante es el nivel de intimidad en que el beso sea dado. Pasar desde nadie más que nosotrxs dos a casi nadie más es revolver con una cuchara el color de la imagen.

El valor de un beso depende de dónde se dé, pero depende también y mucho más del nombre que lleve. De si es el primero o el último. El mejor o el peor. Si es robado, incorrecto, secreto, fantasma, fallido, accidental.

Depende de si es parecido a otros besos que recordamos o no. Depende de si vamos a olvidarlo pronto, o tal vez nunca, o si vamos a recorrerlo en la memoria como un camino descalzo sobre la piel. Si nos vamos a esconder en él cuando el mundo de ponga turbio, o si nos va a morder la panza muy hondo cuando menos lo esperemos.

Depende si justo después (o justo antes) unx se muere.
O se pierde.
O se convierte en otrx.
O quiere que ese momento no exista ni haya existido.

Depende si en la cadena de simbolismos está abrazado al asco o al placer. O al miedo. O la victoria.

Muhco depende también de si el beso es para quien es besadx o para quien besa, o para otrx tal vez, testigo o no, tal vez inocente y acaso culpable.

Depende de cuánto se besen las demás personas. De si está lloviendo. De la alineación de los planetas. De si es en camisón o desnudo o nada. De si tiene gusto, por ejempo, a bonobón. De las veces que lo hayamos querido antes. De si la vida es triste y horrible o si somos hermosxs. De si viene un gobierno que prohibe besarse o si la televisión dice que hay que hacerlo con los ojos cerrados. Depende de si nunca antes en el mundo alguien besó así a otro alguien. Depende de si existe Dios o no, o existe a veces cuando le conviene. Depende de si tenemos hambre mientras el beso sucede. De si estás usando una pulserita roja. Medias o sin medias. Del piso frío. De tantas otras cosas.

Por eso nadie hace informes de los besos. Es una tarea ciclópea y, al fin de cuentas, ociosa. Porque aunque quede más allá de las palabras, todo el mundo sabe exactamente cuánto vale un beso.


< / modo cursi >

10.8.09

Historia

Otra vez la noche entumecida se durmió en mi espalda. Como un animal blancoscuro que se disfraza de papel de hielo. y se enduerme. enhebrado en la piel como si la ropa no existiera. reescribo este poema porque es de noche otra vez y todavía no encuentro las palabras adecuadas.
las filmminas punzantes de la noche helada tenían sentido en la historia solamente para que viniera después el abrazo a quitarlas, como un anochecer repentino, un párpado que se cierra, una voz atibiada que se come la soledad de un bocado.
Ojo que la soledad tampoco existe, o existe sólo como un camisón, una ropa de dormir. Existe porque sí, aparece desde la inexistencia sin avisar, sólo para que el abrazo la asesine.
Esta debería ser una buena historia. Una bandera como capa y como lecho, un dictamen milenario que mancha la escena, una estructura perversa que se repite. Debería ser suficiente para escribir un buen cuento.
pero no, prefiero hablar de esos eventos pequeñísimos que se esconden entre la vigilia que quedaba y la compulsión ciega por ficcionalizar la vida. Ahí el frío riéndose antes de ser lanzado hacia el mar o hacia quién sabe por un brazo pesado e inmóvil.
El resto no puedo escribirlo. Mirarlo es leer agua negra con las manos. Indecible como casi todo lo que importa, entre el sueño y el insomnio pasó una historia sobre mi cuerpo helado. Y, como no me sale decirla, sigue ahí, muda. Por siempre de los nuncajamases o hasta que el olvido le pinte de blanco la frente.