20.8.09

¿Tau murga? (Catharsis desaristoteliada)

De toda la alegría hecha upa hecha carne hecha mortaja hecha bandera
echarla por la ventana de lo que no puedo sería, otra vez, la inexistencia.
Arrojarme al no que mastica los placeres. Gritarle a mí que no. En la cara, gritarle.
De todas las veces en que el universo se te cae encima en forma de tormenta, porque la garganta sale a volar y las demás cosas del mundo entienden y te abrazan con fuerza. De toda la aritmética incomprensible que suma vos más vos y te da resultados siempre distintos, que a veces son mágicos y a veces estridentes. pero igual guau. igual sí.
La vida me echa de la vida
Me dice chau
No hay espacio para vos en el observatorio místico de los pobres
.pero tiene mis marcas en la cara, Dios, tiene mi nombre entre sus registros !.
Pero chau te vas, de la vida te vas, de la alegría que se construye con barro hacia arriba con forma de torre o de mar erguido. Te vas porque no sabés que las inquietudes grandes no son para piezas de barrio, llevate la revolución que estorba. chau.

y así, de toda la alegría pintada a mano sobre los ojos de los muertos más queridos, de toda la alegría rojísima porque mímesis de la sangre que corre, de todos y cada uno de los gritos que me erosionaron el cuerpo hasta volverlo humano, demomorfo, forma de pueblo y un poco también forma de Momo. De todx eso quedó nomás el miedo a que sea cierto, mi felicidad más honda arrancada para chau y porque chau, desterrada a cantarle en el oído a ella. A la única descendiente directa del claro linaje de la soberbia: la soledad.

Abrazame, despedida. Abrazame, miedo. Tenemos confianza de años como para que pueda llorar tranquila en la tranquilidad tibia de tu hombro. De toda la alegría diáfana, matriz única de las luchas destinadas al triunfo, me quedo sólo con el nombre. Ahí se queda mí, viéndome cómo la abandono aunque las promesas.

17.8.09

Sobre los distintos aspectos formales de un beso

¿Cuánto vale un beso?

Bueno, eso depende.

Incluso si nos restringimos a besos unidireccionales es decir yo con mis labios te doy un beso a vos. Así. Ahá. Incluso así depende mucho de todo.

Depende, por ejemplo, notablemente, de si es noche o es de día.
Que no es lo mismo a decir si hay luz o no hay luz. Claramente no. La oscuridad no está hecha de noche, puede estar hecha de cualquier material sintético de ésos que por todos lados encontramos.

También depende de la duración, la presión, de si hace ruido o no, cuánto y de qué color. Porque si hace como una gotita no es igual a si hace como una explosión. O si hace un ruido como de dinosaurio. Bueno, eso sería un poco raro.

Obviamente, depende también de si es un beso de rito, o sea de hola o feliz cumpleaños, si es de gracias por haberme regalado una taza, de bueno tranquilizate o de qué.

Depende de si está solito o son muchos, o si está sentado al lado de un suspiro. O si lo pinta una palabra. O una lágrima. Una lágrima de qué.

Bueno, otro factor a todas luces determinante es el nivel de intimidad en que el beso sea dado. Pasar desde nadie más que nosotrxs dos a casi nadie más es revolver con una cuchara el color de la imagen.

El valor de un beso depende de dónde se dé, pero depende también y mucho más del nombre que lleve. De si es el primero o el último. El mejor o el peor. Si es robado, incorrecto, secreto, fantasma, fallido, accidental.

Depende de si es parecido a otros besos que recordamos o no. Depende de si vamos a olvidarlo pronto, o tal vez nunca, o si vamos a recorrerlo en la memoria como un camino descalzo sobre la piel. Si nos vamos a esconder en él cuando el mundo de ponga turbio, o si nos va a morder la panza muy hondo cuando menos lo esperemos.

Depende si justo después (o justo antes) unx se muere.
O se pierde.
O se convierte en otrx.
O quiere que ese momento no exista ni haya existido.

Depende si en la cadena de simbolismos está abrazado al asco o al placer. O al miedo. O la victoria.

Muhco depende también de si el beso es para quien es besadx o para quien besa, o para otrx tal vez, testigo o no, tal vez inocente y acaso culpable.

Depende de cuánto se besen las demás personas. De si está lloviendo. De la alineación de los planetas. De si es en camisón o desnudo o nada. De si tiene gusto, por ejempo, a bonobón. De las veces que lo hayamos querido antes. De si la vida es triste y horrible o si somos hermosxs. De si viene un gobierno que prohibe besarse o si la televisión dice que hay que hacerlo con los ojos cerrados. Depende de si nunca antes en el mundo alguien besó así a otro alguien. Depende de si existe Dios o no, o existe a veces cuando le conviene. Depende de si tenemos hambre mientras el beso sucede. De si estás usando una pulserita roja. Medias o sin medias. Del piso frío. De tantas otras cosas.

Por eso nadie hace informes de los besos. Es una tarea ciclópea y, al fin de cuentas, ociosa. Porque aunque quede más allá de las palabras, todo el mundo sabe exactamente cuánto vale un beso.


< / modo cursi >

10.8.09

Historia

Otra vez la noche entumecida se durmió en mi espalda. Como un animal blancoscuro que se disfraza de papel de hielo. y se enduerme. enhebrado en la piel como si la ropa no existiera. reescribo este poema porque es de noche otra vez y todavía no encuentro las palabras adecuadas.
las filmminas punzantes de la noche helada tenían sentido en la historia solamente para que viniera después el abrazo a quitarlas, como un anochecer repentino, un párpado que se cierra, una voz atibiada que se come la soledad de un bocado.
Ojo que la soledad tampoco existe, o existe sólo como un camisón, una ropa de dormir. Existe porque sí, aparece desde la inexistencia sin avisar, sólo para que el abrazo la asesine.
Esta debería ser una buena historia. Una bandera como capa y como lecho, un dictamen milenario que mancha la escena, una estructura perversa que se repite. Debería ser suficiente para escribir un buen cuento.
pero no, prefiero hablar de esos eventos pequeñísimos que se esconden entre la vigilia que quedaba y la compulsión ciega por ficcionalizar la vida. Ahí el frío riéndose antes de ser lanzado hacia el mar o hacia quién sabe por un brazo pesado e inmóvil.
El resto no puedo escribirlo. Mirarlo es leer agua negra con las manos. Indecible como casi todo lo que importa, entre el sueño y el insomnio pasó una historia sobre mi cuerpo helado. Y, como no me sale decirla, sigue ahí, muda. Por siempre de los nuncajamases o hasta que el olvido le pinte de blanco la frente.

24.5.09

Susanita. Parece que nunca veremos quién.

A veces pienso si literaturizarse no es lo contrario que psicoanalizarse.
Por ejemplo: Cris, si pudieras novelar tu vida ¿podrías salir alguna vez de ella?
¿no quedarías atrapada -aun si yo la escribiera, la escribiera Quién- en las imágenes de piedra, en el laberinto circular de un sentido tan revelador como incomprensible?
Menos mal que no escuchás. La cuerda frágil del dolor sonaría otra vez, como se encapricha en hacer todo el tiempo, un mi gritado desde la garganta del recuerdo.

Y yo, que no me escribo. Hace cuánto soy mucho más que palabras, extiendo mi biografía audazmente fuera de los ojos del mundo.
Pero ¿cuánto entiendo sin escribir? ¿cuánto se evapora en la filosofía inmaterial de pensar sin las manos? El sueño, el colectivo, los apuntes, guardan entre sus partículas retazos de todo lo que preferí no saber.

Con la calma vuelven los miedos de siempre.
Morirme. Morirte. Morirlos. Morir y que la última cosa que haya escrito sea estúpida y estéril.
Todos los miedos empiezan con eme.
Porque empiezan conmigo misma.
Todos los miedos se pueden poner en palabras. La tecnología de los siglos ha tejido unos idiomas tan útiles para comunicar el miedo. No así el dolor. No así el amor. No así el deseo. Será por eso que a veces tenemos la sensación de que las cosas indecibles son las más intensas.

A veces pregunto si psicoanalizarse es entender menos que inventar. Como cualquier otra reconstrucción del sentido. Un método para llegar a una conclusión cruel y cobarde, como literaturizarse es un método para entender, espantado y espantoso. De las dos maneras llego a decisiones similares, pero desde cuerpos completamente distintos.
Lo que esta nota encubre es que hay una tercera opción. Aprender a volar, mirarse de arriba y tratar de entender la semiosis compleja de la Historia y la multitud. Cuánto soy en el mar de sufrientes deshermanados por el silencio. Cuanto soy, Cris, ante esa historia rojísima que tenés suerte de no leer. De no escribir. Porque sus fauces se cerrarían sobre vos en lugares donde no podemos alcanzarte.
Por vos y por todos, por el anchísimo tiempo que lame la tierra cuando no miramos, dejo de escribir esto y me voy lejos. Me voy donde los problemas son de todos y las respuestas dan revancha. Shh. Basta de palabras. Sabernos en clave literaria nos llena los pies de plomo.

23.3.09

La obviedad que necesito decir

Elegir es siempre elegir mal. Porque ningún gesto cura todas las heridas. Porque ninguna palabra imita la verdad a la perfección. Toda empresa por salvarnos nos condenaría de una forma u otra al Infierno. Si es que existiera la Justicia Divina. Si es que condenar personas al suplicio eterno tuviera algo que ver con la Justicia.
Pero igual no elegir es una elección, y en verdad es bastante cobarde e inútil. Quien elija no elegir para rechazar todas las formas de imperfección, se limitará a existir al nivel discursivo y aun más (porque aquello no es ni tan grave ni tan raro) a nivel del discurso negativo que se define sólo por oposición.
Quien elija no elegir no debería tener cara para quejarse de nada, pues es artífice de la reproducción de su situación.
Quien elija no elegir ocultará posiblemente que la razón más pesada de su pretendida inanición es la fiaca que le da hacer el esfuerzo necesario.
Quien pretenda no elegir terminará pisando el camino de los que eligieron elegir por los demás.

28.2.09

Eso explica muchas cosas

Quién me dijo que volviera a creer en ella, que dejara de llamarla Dios, esa vulgar palabra que sirve sólo para horrorizarse. Me pregunta por qué mis poemas no tienen alas ni monstruos, por qué respiro, cómo es que ya no cierro los ojos con dolor cuando leo la frase (estratégicamente escrita al inicio del celular) "los ángeles se fueron a la guerra".
Yo le explico que crecí, que fui haciendo una escalera con todos los segundos que, besados por el amor, ya no me mordían los ojos. Y así salí. Me escapé de la impotencia, del sótano donde guardaba los fantasmas, de todos los subsuelos donde me había resignado a morir. Salí del fondo más fóndico de mí misma y, asomada a los ojos que son como dos ventanas de barco, me fui a tomar agua.
Ella no me pregunta qué voy a hacer con todas las paredes que rayé. Está más preocupada por saber si estoy enojada si nunca más voy a creerle si alguna de las de mí va a seguir escribiéndola. Quién, siempre vas a cuidar de mí. En mi cabeza nunca se detiene esa cinta que proyecta el mundo en blanco y negro, donde no hay injusticia sino sólo dolor, y alas, e inmensa cantidad de flores carnívoras.
Entonces Quién se pierde entre los pliegues del silencio de la casa, y seguro planea algún golpe para llenar de nuevo mi cuerpo de misterio y fe, aun si eso me hace miserable, porque lo importante es dejarme cautiva
es ponerme un vestido y susurrarme al oído las palabras que me hagan hundirme. El grillete es mi propio amor por las ficciones absolutas.

26.2.09

WAAAAAARGHHHH (resicklaXe)

Siempre que escucho las palabras de amor caigo en cuenta de lo mismo: Se escribe desde lo visceral. Lo demás se dice, nomás. ¿Qué es la poesía de la angustia, sino una sombra borrosa de la poesía del desasosiego? ¿Qué es la descripción suave del paisaje sino el pie para el ardiente amor por la tierra?

Siempre han dicho que los poetas somos exagerados. Ojalá lo fueramos. Todos. Y ojalá todos fuéramos poetas, amordazando al silencio con hebras de pasión.
¡Pasión!
¡Pasión no significa ser pasivo!
¡Pasión es abrir el pecho para fundirse, para salir, para correr a enchastrarse todo de barro y gloria!
La pasión es el cuchillo con que abrimos grietas entre el sedimento gris del humo, aunque la sangre se envicie de horror y pena, de pasos oscuros, de miedo y de salud.
Cada vez que matamos una pasión a fuerza de teoría, se nos llena el cuerpo de odio a la sonrisa. De no. De la mal pintada desazón. De cierta inmunda inclinación al colorcito pastel. Y el resentimiento de la pasión esclavizada ataca lo libre con envidia, y así nos volvemos moralistas.
¡Jah! Moralistas achacosos que malgastan sus horas en ir al médico, al ginecólogo, al oculista, al dentista, al endocrinólogo, al flebólogo, al otorrinolaringólogo y al analista para ver si nos dan más horas que podamos malgastar en ir tal vez alguna vez de vacaciones a las sierras a mirar el paisaje.
¡Oíd! ¡La ciudad está llena de gente muerta! ¡Zombies babosos nos venden el pan y nos dan clases de ciencias sociales! Fingen que bailan pero en realidad compiten. Pretenden cantar bellamente y en realidad apenas se revuelcan en la satisfacción rosadita de exhibirse. Y consumen las palabras de los apasionados como si fueran paquetes de papas fritas 0% grasa 0% colesterol.
Bueno, sépanlo: NO EXISTEN LAS PAPAS FRITAS LIGHT.
Y sepan también: LO INMORAL ES BEBERSE LA SANGRE DE UN POETA PARA LLENAR LOS HUECOS TRISTES DE SUS VENAS CORRECTAMENTE VACIADAS
y después juzgarlo
por débil, juzgarlo
por insensato y lastimador de seguridades reales. Por ser más que apenas un pedacito de literatura. Por salir de las hojas a la calle y enamorar a alguien y hacerlo llorar.
Así que acá estoy, gritándole al vacío porque me aguanto cada día esos comentarios tenues, precavidos, que ladran desde atrás de las rejas, para que nadie se acerque al hogar, prisión voluntaria de los cobardes. Que ladran a favor de la expropiación de las tierras, pero igual ponen alarma porque no vaya a ser que alguien se meta en MI pedacito de mundo a robarme la ilusión de seguridad que tanto me costó construír. Y le grito al vacío de la hoja en blanco porque acordarme de que mi Amor existe me hace llorar, y mirar cómo cada uno de los demás, esos vulgares demases, lo reprueban y lo desentienden me hace llorar también.
Me cansé de sentarme a mirar, arropada en silencio, cómo me dicen qué exagerada, qué rara, qué inestable, es lo único malo que tenés, si fueras un poco más sensata. SI FUERA UN POCO MÁS SENSATA QUÉ. ¡¿EH?!. ¿ME GANARÍA EL AVAL DE CIENTO VEINTE MISERABLES QUE ME RECORDARÍAN COMO UN EJEMPLO DE SUS COSTUMBRES BURGUESAS HASTA DESPUÉS DE MI MUERTE? Me convertirían en un mudo pilar de la milenaría lógica que repite:
Destruír está mal (porque en la propiedad guardamos nuestros sentimientos)
Robar está mal (porque sobre la propiedad duerme nuestra seguridad helada)
Invadir está mal (porque trenzada con la propiedad está nuestra fucking definición ontológica).
Se escribe, creo, desde lo visceral. Lo demás es pura forma, estrategias anudadas las unas a las otras para hacernos creer que alguien sintió algo, posiblemente por algún envidioso de palabras ajenas que quiso ser aplaudido.
AGHH. Quédense con los malditos aplausos, con la memoria popular, con los títulos, las menciones y todas las placas de bronce del mundo. La trascendencia está en el amor al Afuera, y no al revés. Nunca al revés.
Postres de chocolate sin calorías. Eso sólo se le podía ocurrir a un imbécil, por favor...

10.2.09

El Corso del Ser Humano



Soplo de vida primera luz
Hombres cruzando un planeta azul
El universo y la eternidad
En un tablado, bajo el milagro
Del carnaval...

Un muñeco de barro y pan
Cruzando la tierra, sembrándola
Moldeandola por siglos de fuego, de viento y sal
En el camino del más allá...

Un puñado de humanidad
Con dos bocanadas de eternidad
Un único vuelo buscando felicidad

Un ángel perdido, borracho, caído
Al sur de los jardines del Edén
Mascotas feroces de todos los dioses
Detrás del vino dulce del placer

En multitud, solitarios, en masa
Simios de pie disparando a matar
Un animal devorando su raza
Debajo del árbol del bien y del mal

Fuimos a nacer bajo algún farol
En el conventillo de la creación
Bajo el cielo azul, frente al ancho mar
Lucecita tenue de la inmensidad

Naufragando en un barco prestado
Buscando el dorado en un mar de hormigón.
Cabalgando en un ciego corcel,
Por los mapas de un tiempo feroz...

Las fronteras del cielo al infierno
Nos miran movernos por su bacanal
Escenario de nuestra función,
La comedia de la humanidad.

Cada cual con su cruz,
Con su herida al costado,
Su rastro de luz..
Su lugar de esta boca encendida, su guerra y su paz
Su fugaz... espejismo de la libertad.

El corso del ser humano
Milagro hermoso y bestial
Carnaval demencial
De locura, de amor y de furia
El corso del ser humano
Un vals de fragilidad

Hombres y mujeres, soplo, luz y carne
Sangre de mi sangre son...
Torpes marionetas, ramo de violetas
Un manojo de ilusión...

Constelación de un cielo ardiente de jazmines
Una canción que se perdió en los cafetines
Milonga azul de estos simples mortales,
En los arrabales de la razón...

Coro de muchachos frente al tiempo universal
Una caravana de radiante humanidad
Polvo de la tierra que a la tierra regresará...
Soy un ciudadano disfrazado de inmortal
Cambio de planeta en un camión de celofán
Otro ser humano en el espejo...
...del carnaval!


Agarrate Catalina Presentación 2007
"El corso del ser humano"

5.2.09

This is most irregular / Curioso, muy curioso (diría Ollivander)

Creo que escribo porque quiero saber.

21.1.09

tantotengo tantovalgo tangotengo tantovalgo tantotengo tantovalgo

El dicho popular reza: "Un mosquito no puede detener el tren, pero puede llenar de ronchas al maquinista". Posiblemente eso lo dijo una persona singular, pero no es lo importante porque la memoria ha seleccionado la reflexión y no a su autor.

Un trosko diría: "Doscientas mil setecientas moscas unidas por la lucha popular del partido X (y no otro) podrían detener el tren. Una mosca sola (o quince) podrían romperle las bolas al maquinista para que llegue, pero al menos de mal humor. Sin embargo, lo realmente productivo es que las quince moscas molesten al resto de las doscientas mil seicientas ochenta y cinco para que se unan al partido X (y no al Y) y así detengan el tren, o de lo contrario se irán a dormir todos los días con las bolas llenas de escuchar zumbidos"

Un conformista promedio diría: "Una polilla no puede detener el tren, pero al menos puede subirse y comer algo"

Y un suicida: "Es imposible que una rana detenga el tren. Todo lo que queda es situarse en las vías y esperar a que las dulces ruedas del gran monstruo metálico diseccionen nuestra efimereidad, de modo que el maquinista comprenda lo horrible, horrible, horrible que es la vida"

Algún poeta (que probablemente estuvo leyendo a Casona últimamente), poemaría algo como: "Un pájaro nunca podrá detener un tren, pero si -posado sobre el gigantesco mensajero de los hombres crueles- pudiera con su canto conmover el corazón del maquinista, éste comprendería lo vano de su labor, y retornaría a casa con una lágrima horadándole el pecho..."

Alguien muy práctico detendría este post para preguntar (con sincera incredulidad): "¿Y para qué quieren detener el tren?"

A eso respondería un peronista: "¡Sí! ¡El tren es trabajo! ¿Por qué quieren interrumpir a un laburante?".
Y un campeano (que NO es lo mismo que un campeón): "Porque el tren lo hizo Cristina, y sea bala o no sea bala, dé trabajo o no, conecte el interior o lo aisle... hay que pararlo".
Y un socialista: ¡Al tren hay que tomarlo!
Y un anarkista: Un mosquito puede detener un tren: sólo necesita saber cómo hacer bombas con los materiales que tiene en su casa.
Y el socialista, nuevamente: Yo nunca entiendo qué piensan hacer ustedes cuando terminen de destruír todo con esas bombas...

Mientras todos discuten si se puede o no, cómo y por qué, el maquinista no ha sido interrumpido ni una sola vez.

20.1.09

limadura limadez limancia paréntesis desliz metomoelatrevimientode roturadelaisotopíabibliográfica tontería unnosequé unquéséyo

pero que sí, te digo
que lo vi
yo, con mis propios ojos lo vi
llevaba un sombrero de tres puntas, una barba trenzada con lana roja
el corazón le latía fuera, atado al cuerpo con las mismas arterias anudadas
yo lo vi
tenía una sonrisa lacia y unas uñas tristísimas, como si lloviera a cada paso sobre el cemento de la vereda.
A veces se tiraba a la banquina a descascararse de la risa, y cuando ya había perdido suficiente piel continuaba su viaje. su viaje interminable. hasta el mar. o hasta el sol, que duerme siempre después que el mar.
Era un pierrot, lo vi yo con mis ojos, y todo el mundo que tenía sus ojos lo vio. Uno de verdad, no ésos de las canciones. Un pierrot. Un pierrot.
¿Feo? Jamás. De eso se trata. Los pierrot son hermosos y siempre van en singular, porque sólo saben ir solos.
Era hermoso. Si yo tuviera que poetizarlo le habría puesto alas, pero ya ves que no, esto es verdad, lo vi. Lo superví. Lo requeteví.
¿Color? Sobre colores no me preguntes, sabés que eso me hace mal. Era y simplemente era. Tantos detalles no puedo darte.
¿Querés acaso que describa lo agridulce de sus besos? ¿querés que relate con detenimiento el dibujo fantástico de cada una de sus escamas? ¿querés incluso que invente alguna historia que explique qué cuernos hacia ahí a las tres de la tarde un pierrot, criatura del vino y de la noche?
No. 
No merecés saber.
La sustancia melancólica que enchastraba sus ropas, los dientes, la luz de la luna, sólo podrá ser comprendida por alguien que haya dormido tranquilo menos veces.

17.12.08

Reflexión acaso errónea sobre ciertas imperfecciones del número tres

  Tres hombres me caminan por la piel. Cada uno arrastrando el peso que pueden cargar en los ojos. Cada uno con la mirada abollada por manos un poco anónimas. Cada uno con su color especial para el silencio.

  Son tres. Eso quiere decir que es uno, es uno, es uno, agrupados por la imbecilidad que comparten la matemática y las palabras.
  Cada uno es todo. Él tiene un pasado que todavía se le escapa por la boca. Él tiene un pasado que se le escapa todavía por la boca. Él tiene un pasado que todavía se le escapa por la boca. En este párrafo, la palabra también no existe.
  Ninguno puede, pudo ni podrá soportar jamás ser agrupado dentro del número tres. Eso quiere decir que ninguno ha de leer nunca estas palabras. Ni tampoco aquel texto que los agrupa de a cinco. Ni ése en que logro nombrar más de diez. A cambio de no decirles la verdad, ellos tampoco van a revelarme las listas en que han escrito mi nombre.
  Camino en la cabeza de tres hombres. Acaso porque los tres se equivocan en lo mismo: confunden la belleza con el placer de ver. Y erigen torres de palabras sobre esa indistinción. Yo protesto un poco, pero los dejo hacer. Nunca me creen cuando digo algo que importa.
  Sobre mi piel, en caminos que casi no se cruzan, van tres hombres que merecen palabras con parasiempres. Dentro de ellos, en cada cabecita despeinada, voy yo. Ahí estoy, me veo, a paso manso, a ningún apuro porque ahí la muerte no existe. Y a ellos el miedo les dobla la mirada cada vez que dejo de sonreír.

4.12.08

(al fin pude escribir este auchi)

  El amor que queda amontonado cuando dejamos de enchastrarlo en la cara del culpable se parece bastante a un acolchado. Y es verano, qué voy a hacer con todo esto. Si lo pongo encima de la mesa, dónde hago lo deberes; si lo pongo en la repisa, dónde guardo mis libros. Si lo tiro por la ventana no, que se va a mojar cuando llueva, o el perro lo va a olfatear, pobre amor mío que no tiene una casucha donde esconderse. 

- Tiralo a la mierda -me dice mamá, a la que no le gusta amontonar cosas viejas. No sabe, nunca sabrá, que tengo más acolchados escondidos en el sótano y me rasguñan cuando bajo a buscar alguna otra cosa.
  Dónde lo pongo. Un lugar donde esté cómodo, no todo apretado. Uno termina por encariñarse con el amor. Sobre mi cama voy yo. Abajo de mi cama hay otra cama. Y abajo de esa otra cama duermen mis fantasmas más cercanos. ¿Y si me lo como?
No, qué horror, cómo te vas a comer al amor.
Por qué no, a lo mejor es rico.
  Y mientras tanto el acolchado crece como un monstruo escarlata y mojado. O mejor dicho es un monstruo mojado y rojo que es como si creciera, no sé. Cuando está manso y me acaricia siento sus manos enormes pesar sobre mi cuello. Te tengo que guardar, le digo. Ronronea. Creo que está llorando. Y yo también.

25.11.08

Snif (y con música es perfecta)

(...)

La primavera en aquel barrio
se llama soledad, se llama gritos de ternura,
pidiendo para entrar y en el apuro está lloviendo
ya no se apretarán mis lágrimas en tus bolsillos
cambiaste de sacón
Un día nos encontraremos
en otro Carnaval
tendremos suerte si aprendemos
que no hay ningún rincón
que no hay ningún atracadero
que pueda disolver en su escondite lo que fuimos.
El tiempo está después...

  (Fernando Cabrera, El tiempo está después)

17.11.08

No son preguntas retóricas.

  ¿Cuánto soy sin vos? Sin amar. Sin amor. ¿Cuánto soy? ¿Cuánto queda de mí cuando nada doy? ¿Hay algo de mí que persista en la soledad? ¿Existiría esta reflexión, siquiera, si no te hablar aa vos, siempre a vos, tengas el nombre que tengas? Y yo ¿tendría un nombre, siquiera, si nadie lo dijese? ¿Cuánto hay de mí en la sustancia y cuánto es puro amor fluyente?
  Soy con o soy para
      pero ¿soy sin?
             ¿soy?

29.10.08

Escribir.
que la tinta llore las cosas que ya me cansé de llorar
escribir los ríos de barro húmedo, los resoplidos y temblores del pecho
las manos vibrando no pudiendo parar
el rostro hecho un nudo, el cuerpo un montoncito de querer ya no estar
no haber estado nunca,
de un golpe, tachar esta cabeza quemada y escribir otra, otra mejor.
no mucho mejor.
apenas más espaciosa
más clara
con cortinas blancas y viento, y
reescribir
me toda
tomar la lapicera de esa forma difícil y escribir de nuevo
mi cuerpo
no tan distinto
apenas más pequeño
apenas menos de vidrio
los ojos con un poquito más de voluntad de ver
y un poquito menos de ganas de inventar
dscribir -de nuevo, sí, igual a como están-
cada lunar, cada punto, cada raspón de mi geografía
y seguir escribiendo el placer de lo blando hacia atrás
hacia atrás
hacia cada gota de pasado
Reescribir la cinta de mi vida
No tan distinta
Apenas un poquito más leve,
menos enjunta, más brazos abiertos
más grito que tragar saliva
más pies en el suelo que latido contra el pecho
qué sé yo
reescribir la historia
Un poquito menos yo y más leve
más leve
para que las alas de tinta que maldibujo
puedan llevarla por los aires hasta un dios más o menos existente
y pedirle que escriba una llave
y que me deje pasar.

25.10.08

Diálogo de actualidad

S1-: Che, ¿No sabés qué paso con eso de que el capitalismo se caía, no se caía...?

S2-: No, no, la verdad que no.
S1-: Ah... ¿y no supiste cómo terminó lo de la Máquina de Dios? ¿Al final nos morimos todos o no pasó nada?
S2-: Mirá, últimamente no estoy viendo el noticiero, así que ni idea...
S1-: Qué mal, loco, tendríamos que estar más informados sobre lo que pasa en el mundo.
S2-: Se...

20.10.08

Una mujer tremenda

  Leonor Silvestri debe ser una mujer difícil. "Soy mi propia categoría de género" dice, y entonces uno está seguro de que debe ser difícil. Difícil y fantástica, directamente proporcionales, como son loas personas que valen la pena.

  A mí me devolvió las ganas de un par de militancias que he abandonado hace un tiempo, casi sin querer: la de género y la de anarquismo. Voy a tener que inventar tiempo para volver a la carga. Y tiene ahí una lista de autores de poesía que está muy buena para investigar...
  Ehm, no hablo más, los dejo con ella: http://leomiau76.blogspot.com/. Y desde su perfil se puede acceder a un blog donde habla sobre la cultura (erótica, principalmente) de la Antigüedad Grecolatina. Un placer, realmente.

29.9.08

Carta a un amigo inexistente

La posibilidad de la música corre más rápido que yo. No la alcanzo.

Son las doce y doce
y fueron, hoy varias veces, las seis y seis, las siete y siete, las diez y diez.
Estoy cansada. No entiendo. No la alcanzo.
Hoy fui tan feliz y fui tan miserable luego. A las nueve y nueve, tal vez, que no miré a tiempo.
Tengo mucha gente que me abrace y necesito más.
Tengo mucha gente que me escucha y te escribo a vos, nadie.
No alcanzo la música. No llego.
Me angustia que no sea una cuestión de voluntad, sino de tiempo que ya perdí. No la alcanzo.
Me angustia la fragmentación de éste mi discurso.
Alguien en mi casa dice: el frío existe. Y eso me pone triste. Por qué. Por qué.
Hoy escribí la esperanza del futuro. Masticaba truenos, pisaba la tormenta del martes que viene. Pero no tengo permitido habitar en pasados ajenos, mi máquina del tiempo sólo sirve para que los fantasmas me golpeen en la panza y me hagan llorar mostrándome sus llagas. No tengo permitido cantar con voces ajenas. Luché con la tormenta y perdí, y no lo sabía. No tengo permitido dejar que a mi cuerpo lo moldee el amor. A mí sólo me tocan las manos del dolor. Nunca dejaron de tocarme, mirá las marcas: no tengo conectores, no puedo ni escribir.
Hoy traté de volar, otra vez, sin esperar la ayuda de Dios, esperando la de la tormenta. Pero ella usa su viento para matarme de amor, no para vivirme de él.
Quiero avisarles a todos que no me hablen porque no les voy a responder. Y no puedo, porque nada más puedo hablarte a vos, nadie, a vos.
No la alcanzo. La posibilidad de la música se voló lejos. Se solidificó antes que mi agua se fundiera en ella.
No entiendo. Estoy cansada.

No es ninguna hora.
Hoy fueron tantas veces las tres y tres, las once y once, las doce y doce.
Es como si el mundo tratara de decirme algo y yo no entendiera.
Es como si yo quisiera leer algo en los balbuceos del mundo, y en realidad no hubiera nada.
Sólo las doce y doce, las diez y diez, las siete y siete.
No la alcanzo. Corre tan rápido. Hacia el pasado corre, y yo no puedo volver a un camino que no fue el mío.
En el pasado sólo están los chicos, hola chicos, cómo están. Y todas las señales enredadas con nadas y con tristes pocos. No las veo. No entiendo.
¿Sabés? Ya no dibujo con el azúcar. Ya no combino el color de las tazas con la ropa. Ya no escribo completas las cosas que me gustan. Ya no corro por los párrafos como cuando mi intelecto era joven. Ya no apuesto todo a la intensidad. Ya no compito con Dios a ver quién es más increíble. Ya ni siquiera estoy enamorada de Dios. Ya no sonrío tanto cuando me llueve encima. Ya no puedo ver las formas en lo que escribo. Ya no escribo ninguna novela. Ya no dibujo. Ya no sé pintar. Ya olvidé casi todas las cosas que con esfuerzo había logrado que mi cuerpo aprendiera a hacer. Ya la gente no sabe que la quiero. Y lo peor es que cada vez los quiero más, a todos.
Encima, mi pieza está llena de libritos mal escritos por mí, en el lugar que podría ocupar mi piano, mi edén.
Con el tiempo descubrí que las cosas que más me hacen feliz son tres: hamacarme, nadar, tocar música.
Ya no puedo hamacarme porque me mareo.
Ya no nado nunca. La respiración, el frío y la distancia del agua me lo impiden.
Y la música... la posibilidad de la música... corre hacia el pasado
y no la alcanzo. Y no la voy a alcanzar.

Voy a llorar. Es lo único que hago bien todavía: llorar. Lo único que me separa del resto de los mortales.
No es ninguna hora. El futuro no es el trueno. El pasado no es la música. Y no es todavía la una y uno.
Voy a llorar. Si no vuelvo, es porque fui feliz.

25.9.08

De la primera forma de quedarme sola.

  Cuando era chiquita, mi abuela me enseñó a creer en Dios. Que había que rezar todas las noches y todas las comidas y todas las casi todas cosas existentes. Y yo creía y trataba aunque era difícil acordarse todo el tiempo del sujeto en cuestión.

  Una vez, me di cuenta que mi sueño más grande era volar. Seguí todas las reglas: creí fervientemente que podía, me porté bien, amé con pasión el vuelo, me hundí hasta lo más profundo del espíritu en ello. Pero no funcionó. 
  Entonces acudí a pedir ayuda al bueno de Dios. Estaba muy emocionada. Recé como doscientos Padrenuestros y Avemarías y me dispuse a leer muchas veces un librito de catecismo que había en mi mesa de luz. Pero a las pocas páginas, encontré que no podía pedir nada. Sé feliz con lo que tienes. Es pecado esperar más. Es pecado desear. Es pecado soñar.

  Lloré muchas horas. Y dejé de creer en ese dios.