4.12.08

(al fin pude escribir este auchi)

  El amor que queda amontonado cuando dejamos de enchastrarlo en la cara del culpable se parece bastante a un acolchado. Y es verano, qué voy a hacer con todo esto. Si lo pongo encima de la mesa, dónde hago lo deberes; si lo pongo en la repisa, dónde guardo mis libros. Si lo tiro por la ventana no, que se va a mojar cuando llueva, o el perro lo va a olfatear, pobre amor mío que no tiene una casucha donde esconderse. 

- Tiralo a la mierda -me dice mamá, a la que no le gusta amontonar cosas viejas. No sabe, nunca sabrá, que tengo más acolchados escondidos en el sótano y me rasguñan cuando bajo a buscar alguna otra cosa.
  Dónde lo pongo. Un lugar donde esté cómodo, no todo apretado. Uno termina por encariñarse con el amor. Sobre mi cama voy yo. Abajo de mi cama hay otra cama. Y abajo de esa otra cama duermen mis fantasmas más cercanos. ¿Y si me lo como?
No, qué horror, cómo te vas a comer al amor.
Por qué no, a lo mejor es rico.
  Y mientras tanto el acolchado crece como un monstruo escarlata y mojado. O mejor dicho es un monstruo mojado y rojo que es como si creciera, no sé. Cuando está manso y me acaricia siento sus manos enormes pesar sobre mi cuello. Te tengo que guardar, le digo. Ronronea. Creo que está llorando. Y yo también.

1 Comment:

Anónimo said...

:s mejor dar el amor, no?