26.12.10

Chinche

Detesto que las palabras no alcancen
para alcanzar las cosas
Tocarlas o acabarlas
penetrar las cosas
acontecerlas de prepo
Detesto que las palabras no sean las cosas
el eterno problema de la referencia
odio la semiosis infinita y la cárcel del lenguaje
que no ejerce su fuerza física sobre las cosas
que no amanece el sol de un cachetazo vocal
que no mata al traidor de un solo insulto bien escupido
Que la palabra no sea como una azada
que no genere la cosa
que no pise la cara del que escucha
ni integre lo desintegrado al nombrarlo
es la cosa más molesta
que me ha pasado este último tiempo.
Para peor escribo en verso
y encima de todo, es Navidad
Y no porque yo lo diga.

20.9.10

pareceres

Le pareció que los hechos se habían precipitado de manera irreversible, que las marcas de la piel sobre la piel no iban a poder ser ocultadas
que para siempre jamás la luz insistente de la noche ésa iba a permanecer ahí
sobre el cuerpo
Le pareció que ningún tiempo iba a alcanzar para olvidar el perfume obstinado
de sí misma invadida de otro

pero sólo un segundo después

Le pareció que era una locura
que todo iba a borrarse con el aire de la mañana
que cada palabra pronunciada había sido sacada de algún libro viejo y a él volvería en cuanto cerrara los ojos
Le pareció, sobre todo, que la noche ésa era un sueño dentro de algo más grande y más en serio
y que bastaba despertarse una vez para disipar la densidad del aire y la fragilidad del tiempo

le pareció que la noche ésa se replicaría a sí misma cada vez, gemelando su revolución hasta los límites de la vida
le pareció que la noche ésa iba a ser olvidada, y que en cuanto eso pasara, no iba a haber sucedido nunca

Los pareceres, mientras tanto, fueron crueles herramientas del insomnio:
ni el amor ni el olvido vencen en un solo despertar

3.8.10

en vez de dos haikus de tres, tres haikus de dos

(o sencillos tips para el paso del tiempo)


con el aliento voy a hacer una ventana
para mirar cómo pasa la vida por el frente.

*

dibujada con letras podré resistir para siempre:
en pequeños pedazos el tiempo no puede despedazarme.
*

caminé hasta el final de la vida, me asomé y volví corriendo
pero la muerte estaba en la cantidad de pasos

12.3.10

Conversación con un taxista extraterrestre

- Si hay algo que no entiendo -sentenció el chofer- es ese asunto de las sillas. ¿Por qué tienen esa costumbre absurda de apilar a veces gente sobre otra gente en una sola silla mientras que simultáneamente otra gente utiliza más de una silla a la vez?
- ¿más de una silla a la vez?
- Bueno, he observado a veces que mientras utilizan una para apoyar el tronco, anexan una silla para posar los pies. O ponen cosas, como una especie de compañero simbólico.
- Pero si llegara cierto número de gente que superara el número de sillas libres, entonces los pies y las cosas deben correrse a otro espacio para liberar más.
- No, de hecho ese principio de jerarquía no se cumple. Es un grave problema de distribución desigual. Bueno, o bien no lo entiendo. Ahora mismo, mientras tenemos esta conversación, en la casa de sus vecinos (los vimos al salir) han llegado visitas. Una familia numerosa. Seguramente los dueños de casa se verán obligados a estar parados para ofrecer el preciado bien a los invitados. Sin embargo, a metros de ahí hay -al menos- una silla libre, que es la que corresponde a usted y que está en su casa, suponiendo que nuclean allí como mínimo una por cada usuario permanente de la casa. ¿Lo entiende? No ponga esa cara, no es tan difícil: usted deja una silla sin usar mientras en un espacio inmediato necesitan de ella.
- ...
- ¿Entiende? Distribución desigual.
- ¡pero no los voy a dejar entrar en mi casa! Además... ¿cómo podría yo prever eso? ¿cada vez que me fuera les dejaría una silla a los vecinos?
- No se trata de preverlo. Porque ¿cómo puede usted saber qué vecinos van a necesitarlo? En el fondo, el problema de la redistribución es un problema de la propiedad. "Mi casa", "mi silla", eso lo complica todo. El espacio simbólico que compone "su casa" se opone al espacio inmediato que es "no mi casa": o bien "la casa de otro" o bien "la calle". Pero pensemos el problema aislado. Pensemos el espacio de la ciudad como si sólo hubiera sillas y gentes, y resolvamos el problema de la distribución.
- Usted es un taxista muy raro. Quiero bajarme.
- Suelte su imaginación, señora, no se agite. Suponiendo que en cada casa tengan como mínimo (y sabemos que de hecho el número es mayor) una silla por usuario, en nuestro espacio imaginario tendríamos siempre al menos una silla por gente. Al cambiar de lugar ésta permanentemente, como es la costumbre, la distribución espacial de las sillas debería cambiar. Pero ésto debería efectuarse de forma colectiva y consensuada. Por ejemplo: si el vecino de la derecha y el vecino de la izquierda necesitan sillas, deberán resolver entre ellos (y teniendo en cuenta sus respectivos vecinos) de dónde sacan sillas para que nadie quede sin, ni se vea obligado a caminar mucho más para conseguir una. Bueno, aunque el concepto de vecino se anula en un espacio continuo. ¿O no? Mmh... tendría que pensarlo mejor...
- No entiendo. No entiendo. ¿Y en Navidad?
- ¿Qué pasa con navidad?
- Que mucha gente se nuclea en un lugar y se necesitan muchas sillas. ¿Qué pasaría si la mayor parte de la población decide ir a comer a la casa de sus parientes que viven en la zona norte porque allá tiran fuegos artificiales más lindos? No alcanzarían nunca. Quedarían muchas en la zona sur, vacías.
- Bueno, habría que preverlo y movilizar sillas junto con la gente. Pero no entiendo el razonamiento: incluso en este sistema defectuoso de distribución, en Navidad toda la gente consigue silla. Justamente porque se prevé.
- En primer lugar, quiero expresar mi repudio a esta conversación extraña, y le informo que no pienso pagarle el viaje. Y en segundo lugar, propongo una forma mucho más fácil de resolverlo, y es que cada uno lleve su silla a donde quiera que vaya y ya. Y andie tiene que entrar a mi casa y sacar mis cosas.
- Pero ¡¿qué...?! Déjeme decirle una cosa: usted es una señora muy extraña. Exijo que se baje ya de mi auto y nunca más vuelva a subirse, a menos que haya abandonado esos extremismos absurdos y grasosos. ¡Baje! ¡Ahora!
- ¡Qué atrevido! ¡pero qué atrevido!... ¡atrevido!

(Baja el telón. El taxi se va por el pasillo del teatro, retoma la calle y sigue trabajando).

24.1.10

Sobre la melancolía y otros menesteres de significado similar

Todas las películas me ponen triste
Todos los libros me ponen triste
Todo lo que alguna vez se acaba me pone triste.

Todavía no encuentro el dispositivo que me saque triste, todo el triste de dentro, que lo encuentre y lo saque así nomás, con la mano. Como si fuera un bollo de no sé qué y no la poesía.

Amén.