"La vida es, al fin de cuentas sólo una fábula" nos enseñaba el Guille en las clases de Filosofía, "Sólo tenemos que armar la nuestra, no seguir la de otros". O algo así. Y yo pensaba: guau... qué terrible concepción de la vida... menos mal que creo ciegamente en mi fábula.
¡Patrañas! La capacidad de descreer, de ver, sentir en la piel esta verdad, me ha invadido de pronto (gracias a Algunos)... y sé ahora, finalmente, la terrible ausencia de verdades del postmodernismo.
Puedo ver, con un poco de esfuerzo, que todo Amor es autoconvencimiento, es, incluso Amor a uno mismo (el único realmente existente). Ahora comprendo que la vida no es una mierda. Ni siquiera -éste es el punto- es una mierda. Es posibilidad. Es potencialidad.
Pero entonces ¿qué son todas esas cosas que me conmueven, las cosas que me duelen, las cosas que aún no consigo derribar? ¿son acaso verdades? No... sólo las verdades que no tengo el valor de despojar de mí. Porque el día en que no quede ninguna verdad... el día en que vuelva a reírme de mis lágrimas, ya sin regreso... ése día voy a morir... o voy a salir a matar. La diferencia será mínima.
Subjuntivo
Hace 11 años.
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