25.9.08

De la primera forma de quedarme sola.

  Cuando era chiquita, mi abuela me enseñó a creer en Dios. Que había que rezar todas las noches y todas las comidas y todas las casi todas cosas existentes. Y yo creía y trataba aunque era difícil acordarse todo el tiempo del sujeto en cuestión.

  Una vez, me di cuenta que mi sueño más grande era volar. Seguí todas las reglas: creí fervientemente que podía, me porté bien, amé con pasión el vuelo, me hundí hasta lo más profundo del espíritu en ello. Pero no funcionó. 
  Entonces acudí a pedir ayuda al bueno de Dios. Estaba muy emocionada. Recé como doscientos Padrenuestros y Avemarías y me dispuse a leer muchas veces un librito de catecismo que había en mi mesa de luz. Pero a las pocas páginas, encontré que no podía pedir nada. Sé feliz con lo que tienes. Es pecado esperar más. Es pecado desear. Es pecado soñar.

  Lloré muchas horas. Y dejé de creer en ese dios.

1 Comment:

Dylan Forrester said...

Toda decepción es una pena, pero por otro lado, qué bueno que hallas dejado de creer en ese dios, religioso y totalmente falso. El Dios verdadero, el de la Biblia es otro y totalmente diferente y real. Si lo buscas de todo corazón le llegaras a conocer cada día y créeme, él nunca va a dececionarte.
Buen blog.

Un abrazo...