Otra vez la noche entumecida se durmió en mi espalda. Como un animal blancoscuro que se disfraza de papel de hielo. y se enduerme. enhebrado en la piel como si la ropa no existiera. reescribo este poema porque es de noche otra vez y todavía no encuentro las palabras adecuadas.
las filmminas punzantes de la noche helada tenían sentido en la historia solamente para que viniera después el abrazo a quitarlas, como un anochecer repentino, un párpado que se cierra, una voz atibiada que se come la soledad de un bocado.
Ojo que la soledad tampoco existe, o existe sólo como un camisón, una ropa de dormir. Existe porque sí, aparece desde la inexistencia sin avisar, sólo para que el abrazo la asesine.
Esta debería ser una buena historia. Una bandera como capa y como lecho, un dictamen milenario que mancha la escena, una estructura perversa que se repite. Debería ser suficiente para escribir un buen cuento.
pero no, prefiero hablar de esos eventos pequeñísimos que se esconden entre la vigilia que quedaba y la compulsión ciega por ficcionalizar la vida. Ahí el frío riéndose antes de ser lanzado hacia el mar o hacia quién sabe por un brazo pesado e inmóvil.
El resto no puedo escribirlo. Mirarlo es leer agua negra con las manos. Indecible como casi todo lo que importa, entre el sueño y el insomnio pasó una historia sobre mi cuerpo helado. Y, como no me sale decirla, sigue ahí, muda. Por siempre de los nuncajamases o hasta que el olvido le pinte de blanco la frente.
Subjuntivo
Hace 11 años.
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