17.8.09

Sobre los distintos aspectos formales de un beso

¿Cuánto vale un beso?

Bueno, eso depende.

Incluso si nos restringimos a besos unidireccionales es decir yo con mis labios te doy un beso a vos. Así. Ahá. Incluso así depende mucho de todo.

Depende, por ejemplo, notablemente, de si es noche o es de día.
Que no es lo mismo a decir si hay luz o no hay luz. Claramente no. La oscuridad no está hecha de noche, puede estar hecha de cualquier material sintético de ésos que por todos lados encontramos.

También depende de la duración, la presión, de si hace ruido o no, cuánto y de qué color. Porque si hace como una gotita no es igual a si hace como una explosión. O si hace un ruido como de dinosaurio. Bueno, eso sería un poco raro.

Obviamente, depende también de si es un beso de rito, o sea de hola o feliz cumpleaños, si es de gracias por haberme regalado una taza, de bueno tranquilizate o de qué.

Depende de si está solito o son muchos, o si está sentado al lado de un suspiro. O si lo pinta una palabra. O una lágrima. Una lágrima de qué.

Bueno, otro factor a todas luces determinante es el nivel de intimidad en que el beso sea dado. Pasar desde nadie más que nosotrxs dos a casi nadie más es revolver con una cuchara el color de la imagen.

El valor de un beso depende de dónde se dé, pero depende también y mucho más del nombre que lleve. De si es el primero o el último. El mejor o el peor. Si es robado, incorrecto, secreto, fantasma, fallido, accidental.

Depende de si es parecido a otros besos que recordamos o no. Depende de si vamos a olvidarlo pronto, o tal vez nunca, o si vamos a recorrerlo en la memoria como un camino descalzo sobre la piel. Si nos vamos a esconder en él cuando el mundo de ponga turbio, o si nos va a morder la panza muy hondo cuando menos lo esperemos.

Depende si justo después (o justo antes) unx se muere.
O se pierde.
O se convierte en otrx.
O quiere que ese momento no exista ni haya existido.

Depende si en la cadena de simbolismos está abrazado al asco o al placer. O al miedo. O la victoria.

Muhco depende también de si el beso es para quien es besadx o para quien besa, o para otrx tal vez, testigo o no, tal vez inocente y acaso culpable.

Depende de cuánto se besen las demás personas. De si está lloviendo. De la alineación de los planetas. De si es en camisón o desnudo o nada. De si tiene gusto, por ejempo, a bonobón. De las veces que lo hayamos querido antes. De si la vida es triste y horrible o si somos hermosxs. De si viene un gobierno que prohibe besarse o si la televisión dice que hay que hacerlo con los ojos cerrados. Depende de si nunca antes en el mundo alguien besó así a otro alguien. Depende de si existe Dios o no, o existe a veces cuando le conviene. Depende de si tenemos hambre mientras el beso sucede. De si estás usando una pulserita roja. Medias o sin medias. Del piso frío. De tantas otras cosas.

Por eso nadie hace informes de los besos. Es una tarea ciclópea y, al fin de cuentas, ociosa. Porque aunque quede más allá de las palabras, todo el mundo sabe exactamente cuánto vale un beso.


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