26.6.06

Fragmentos sobre la muerte

Iván Ilich veía que se estaba muriendo y se desesperaba.
En lo más hondo de su alma se daba perfecta cuenta de que se moría, pero él no estaba acostumbrado a ello; además, no lo comprendía, no podía comprenderlo.
El ejemplo del silogismo que aprendió en la lógica de Kiseveter: <>, en el transcurso de toda su vida le pareció justo sólo en lo tocante a Cayo, pero de ningún modo respecto a sí mismo. Aquél era Cayo-hombre, el hombre en general, y lo de la muerte era completamente justo; pero él no era Cayo ni un hombre en general, sino un ente distinto, completamente distinto de todos los demás. (...) ¿Acaso para Cayo existía aquel olor de la pelota de cuero que tanto gustaba a Vania? ¿Acaso besaba Cayo de tal modo la mano de la madre y susurraban para Cayo de la misma manera los pliegues del vestido de seda de la madre? (...) ¿Por ventura estuvo tan enamorado Cayo?
<>
Esto era lo que él sentía.
<>
(...)
<<¿Es posible que sólo ella sea verdad?>>
(...)


“Despierto. Tengo ante mí, detrás de mí, la noche eterna. He dormido durante millones de años; durante millones de años voy a dormir...No tengo más que una hora. ¿Ibais a estropeármela con explicaciones y máximas? Me estiro al sol, apoyado en la almohada del placer, en una mañana que jamás volverá .”
de “El tiempo, gran escultor” de Marguerite Yourcenar

“Tres mil seiscientas veces en cada hora, el segundo murmura: ¡acuérdate!- y con su voz seca de insecto, dice el ahora: Soy el ayer, y en efecto me he chupado tu vida con este labio inmundo.” “Acuérdate que el tiempo es jugador tenaz, ¡que no hace trampa y gana tiro a tiro! Es la ley. El día baja; crece la noche, ¡acuérdate! se agota la clepsidra; el abismo es voraz.”
de “El reloj” de Charles Baudelaire

“Un día hay vida. Por ejemplo, un hombre de excelente salud, ni siquiera viejo, sin ninguna enfermedad previa. Todo es como era, como será siempre. Pasa un día y otro, ocupándose sólo de sus asuntos y soñando con la vida que le queda por delante. Y entonces, de repente, aparece la muerte. El hombre deja escapar un pequeño suspiro, se desploma en un sillón y muere. Sucede de una forma tan repentina que no hay lugar para la reflexión; la mente no tiene tiempo de encontrar una palabra de consuelo. No nos queda otra cosa, la irreductible certeza de nuestra mortalidad. Podemos aceptar con resignación la muerte que sobreviene después de una larga enfermedad, e incluso la accidental podemos achacarla al destino.; pero cuando un hombre muere sin causa aparente, cuando un hombre muere simplemente porque es un hombre, nos acerca tanto a la frontera invisible entre la vida y la muerte que no sabemos de qué lado nos encontramos. La vida se convierte en muerte, y es como si la muerte hubiera sido dueña de la vida durante toda su existencia. Muerte sin previo aviso, o sea, la vida que se detiene. Y puede detenerse en cualquier momento.”
de La invención de la soledad de Paul Auster

2 Comments:

Bla Maeda said...

No me quiero morir =(

María (Letras) said...

Mi querido Franco... eso ya lo sé. Sos una de las pocas personas que conzco, que aún no ha comprendido que la eternidad es el peor infierno.
Pero igual te va s amorir, así que ¿qué importa?