
.   Bueno, publiqué el librito.
.   Si creyera en dedicatorias, lo habría dedicado a una persona que ya no existe, por varias razones. Escribiéndo sobre él y, principalmente, a él aprendí a escribir. Acaso las cartas que solía hacerle, impublicables, niñas, melodramáticas, sean mi mejor obra. Él fue, además, el único que alguna vez entendió la relación directa entre los poemas y mi vida; combinando inteligencia e intimidad logró "comprender" qué es lo que yo trataba de decir. O por lo menos fue el que más lejos llegó.
.   Cuando él se fue de mi vida, empecé a respirar mal. Algo tendrá que ver, entonces, con todo esto.
.   Pero pensándolo bien, tiene mucho que ver. El libro, mediante los poemas, relata una historia. Mi historia. Y si bien el principio es apócrifo, pues en el verdadero principio nunca me faltó aire ninguno, los demás sucesos son reales: la asfixia, la desesperación, el apocalipsis, y finalmente el renacimiento sin euforia, el que lamenta todavía todas las ciudades que le mató la guerra. Y él, este muerto tan querido, es quien prestó su nombre para llamar de algún modo al caos.
.  Si creyera en dedicatorias, la de este libro correspondería a él. Tendría que haberle inventado otro nombre para evitar confusiones, tendría que haber dado -sin duda- todas estas explicaciones, y acaso algunas más.
.   Pero no creo en dedicatorias. El libro es mi palabra. Es, de algún modo, un recorte de mí. Y dedicarme a un muerto sería no sólo mentiroso sino también hipócrita: mi cuerpo, mi vida, siguen creciendo hacia la luz, y otros son los motores del movimiento. Necesitaba, sin embargo, hacer las aclaraciones correspondientes.
.   Y quisiera disculparme además, para quienes vayan a leerlo o ya lo hayan hecho, por alguna desprolijidad en los textos y en la lógica de su ubicación. Las excusas son varias, pero es inútil enumerarlas: nadie va a cambiar lo que está impreso.
.   No miren estas improlijidades con benevolencia; aun más: ubiquen los errores (que recién ahora puedo ver como grandes marcas rojas que pinchan los ojos) y ódienlos y sáquenles la lengua y márquenlos con gruesos fibrones. La mediocridad no merece la impunidad de la que goza usualmente. Condenémosla.
.  Hechas todas estas aclaraciones, me despido. No estoy de humor para presentar los aspectos formales de este librito. Besos.
6 de julio
Hace 3 meses.