A continuación, algunas reflexiones sobre la fiebre.
Sabemos a qué se llama “febril”... es una exaltación que raya la inconsciencia. “fig ardoroso, desasosegado”, dice esa excusa de diccionario. Y le creo. Febril era la pasión –hoy imposible de comprender- por Elvis Presley. Febril es el síndrome de amor de primavera. Febril Allan Poe escribiendo su poesía trágica.
Yo digo que soy febril. No siempre, por supuesto. Y menos durante estos viajes en que persigo al sosiego. Pero hay un comportamiento convulso en mi interior del que no puedo deshacerme. Sostengo que mi problema es la fiebre.
Porque, en realidad... tener fiebre es mucho más que sólo estar desquiciado. Es el cuerpo hirviente y los sueños helados. Es volver amapola la piel, y sentir cómo las gotas de agua atacan como dagas. Es calor, desconsuelo, augurio de una maldad emergente. Es sueño siempre, y fuerza fluctuante.
Es dos: querer dormir y no poder. Tener calor y tener frío. Mezclar en delirios los dos mundos que nos componen.
Es como yo, siempre.
Al fin, tenía razón. Yo tengo fiebre. Es ése mi problema.
(No... ya probé con Ibupofreno...)
(24/8/06)
Subjuntivo
Hace 11 años.
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