Dijo “Mariposa”, “Amelia”. Y me volví en el aire oscuro de la tarde de oro. Entre los higos como flores cerradas, pesadas y violetas.
Dijo “Amelia”, un antiguo nombre, tal vez, el mío, el verdadero, antes de nacer.
Era el Dios que hablaba, era el Puma.
Me volví,
buscando su cara de oro, su invisible huella.
Mas, nada había: sólo el viento que jugaba, como siempre, en el jardín de higos y violetas.
...
Estaba parada en medio de la luz de la luna. A lo lejos, seres increíbles: Mario, los unicornios, lo lobizones, la paloma de la paz, la Liebre de Marzo.
Las cosas que tienen blancura se distinguen mucho, husos y rosas.
La casa está abierta y deshabitada. Y sabe que alguien la está mirando desde afuera. Aunque a veces, de las puertas, sale algún caballo y se hunde, enseguida, o de la ventana, y desaparece.
En la azotea –y no sé cómo se ven-, hay una paloma que, a la vez, es inmóvil y crece, dos o tres huevos, ya, para siempre, juntos y justos. Y una taza.
Quiero despedirme, irme; una vez hasta llegué al camino real, subí a un carruaje; pero, bajé, en seguida.
Y volví desesperadamente, casi volando, me entré en las hierbas, y, ya, invisible, seguí mirando la casa.
...
Miró un pimpollo de rosa amarilla (como un topacio, un coágulo de miel, un pocillito de té).
Y una telaraña que empezó a ser cuando ella empezó a mirar, el hilo de seda que giraba y formaba la tela (con las piedras brillantes).
Y una azucena roja, señoril.
Viendo esas cosas no fue a la guerra,
no se casó con nadie,
perseguía a Mario.
Y, ahora, sopla viento del norte en las colinas, viento del sur, del este y del oeste.
Se entreabren oscuras ventanas donde ella está fija para siempre.
Y los más antiguos códices, flor de lis.
Esto fue un homenaje a Marosa Di Giorgio –poeta uruguaya-, si es que homenaje puede llamarse el postear tres de sus prosas en un blog tan solitario como éste. Como sea... me costó mucho dejar de escribir... me habría encantado poder ponerlos todos, pero iba en contra de la lógica práctica.
Por supuesto, ella es una de mis influencias más fuertes en poesía, en especial en prosa poética. Espero que no sea tan evidente . En algunos momentos (y me pasa con esos pasajes que he leído tantísimas veces) estoy a punto de corregirlos, de cambiar una palabra por otra que se me antoja más cómoda. Entonces me detengo y me doy cuenta que ella no soy yo, que no son mis palabras las que Amo tanto.
Pero, en fin... si no existieran estas cosas, se diluiría mi esperanza de ser uno con otros, en vez de ser dos conmigo misma.
(9/9)
Subjuntivo
Hace 11 años.
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